miércoles, 22 de mayo de 2013

La psiquiatría que viene: la biología como destino

El culebrón del parto doloroso e interminable del DSM5, que ha suscitado vivas reacciones, guerras intestinas, descalificaciones por parte del responsable del DSM IV (Allen Frances), manifiestos en contra por parte de psicólogos clínicos, psiquiatras y psicoanalistas, anuncia el final de una época -- se veía venir. En estos términos, "final de una época", analiza Éric Laurent cómo hemos llegado hasta aquí y qué se abre ante nosotros, en su excelente artículo publicado recientemente online en Lacan Quotidien.

Tras unos cuantos años de DSM que han conseguido "convertir" en enfermos supuestos a porcentajes inauditos de la población mundial (decidiendo, mediante criterios cuantitativos arbitarios, cosas como qué es una sexualidad sana o una forma normal de hacer el duelo por la muerte de un ser querido), la psiquiatría biológica más dura, aliada con la neurociencia y la genética, dice basta y ya está trabajando para poner fin a semejante desorden. Pero para instaurar algo mucho peor.

Según ellos, hace falta algo más seguro. Se trata de reintegrar definitivamente la psiquiatría en la medicina, considerando todas las entidades clínicas como enfermedades, puras y simples, en el sentido biológico más estricto, y usar para su diagnóstico "marcadores biológicos" y otros recursos, como la neuroimagen y los estudios genéticos. Así, en un futuro más cercano de lo que se cree, el psiquiatra ya no tendrá que hacer preguntas: se limitará a pedir análisis y a solicitar otras pruebas "objetivas".

Tu foto de DNI... ¡en un futuro próximo! 

Mucho más lejos que la "solución de las enfermedades mentales"

Tras el fin en el discurso político de algunas utopías a cuyo final hemos podido ir asistiendo, con los balances que conocemos (y el nazismo fue una de ellas, al fin y al cabo), toca ahora el turno a una utopía cientifista que se propone, nada más y nada menos, la solución definitiva de todos los problemas de la humanidad. Sí, todos. Dice el Dr. Belmonte, presidente de la International Brain Research Organization (IBRO): "en la actualidad existe una percepción equivocada y es la de separar las enfermedades neurodegenerativas -- como el alzheimer y el parkinson, entre otras -- de las psiquiátricas, que también son del cerebro". Según él, estas enfermedades afectan al 10 % "de la humanidad". Su objetivo está claro: "la solución de las enfermedades mentales es uno de los grandes objetivos de la neurociencia..." Y añade, por si esto fuera poco: "... pero hay que ir mucho más lejos".

Hay que tomarse muy en serio este "mucho más lejos", en efecto, ya que se trata de un discurso totalitario que pretende inmiscuirse en todos los aspectos de la vida individual y colectiva: "La neurociencia ha cobrado mucha importancia en la actualidad porque todos nuestros hábitos de vida y valores sociales dependen del cerebro. Eso es lo que nos hace humanos. Cada vez hay más conocimiento de cómo aprendemos, la causa de la violencia, los fundamentos biológicos de determinados comportamientos. Y todos gracias a la neurociencia".

Se trata, entonces, de una utopía biopolítica, por usar el término introducido por Michel Foucault, de gran alcance: un verdadero delirio que disputa a la religión (aunque compartiéndola con ella en ocasiones) la ambición de hablar en nombre del Todo.

La nueva referencia intelectual

Un cambio sísmico... pero lento

En la revista Forbes, que como se sabe es una publicación de un prestigio intelectual indiscutible y que se ocupa de cosas tan fundamentales como establecer el ranking mundial de ricos, dicen estar bien informados. Hablan de que se prepara un "cambio sísmico", por el que parecen frotarse las manos, porque sin duda supondrá grandes posibilidades de negocio... Pero nos tranquilizan: la cosa ocurrirá lentamente. Quizás, piensa uno, para que ocurra como con las políticas económicas nefastas que padecemos: su introducción paulatina evita la "alarma social" y favorece la pasividad de la población -- en este caso hay que incluir en este apartado a los profesionales de la salud mental y los médicos, naturalmente.

En el National Institute of Mental Health de los EE. UU. hablan de un periodo de investigación de diez años hasta que esto tenga un impacto visible en las prácticas corrientes de diagnóstico y la elaboración de nuevos manuales. Pero diez años pasan volando, y por otra parte sabemos por experiencia que resultados parciales de este programa tendrán una incidencia clara mucho antes de esa fecha estimada.


¿En que consiste el programa de investigación impulsado por el NIMH? Lo que pretende es cortar con toda la clínica psiquiátrica anterior, incluyendo los restos que todavía tenían su cabida en la maraña del sistema DSM. Su objetivo es aplicar los mismos métodos que han dado resultado para el cáncer y otras enfermedades.

Curiosamente, en la justificación de esta iniciativa, el NIMH reconoce que no se han encontrado genes específicos para las enfermedades psiquiátricas reconocidas como tales, y que los factores genéticos de riesgo conocidos son difusos. Pero esto no lleva a los promotores del programa a cuestionar la validez de su biologismo radical.  Muy al contrario, se proponen volver a edificar la psiquiatría a partir de datos supuestamente objetivos, ya que, según ellos, podría no tener relevancia que los síntomas que aparecen en un caso dado correspondan a lo que la psiquiatría clásica consideraba una esquizofrenia, una paranoia o un trastorno bipolar. Los síntomas no importan porque son demasiado "subjetivos".

Consecuencias

¿Qué consecuencias tendrá esto en la vida de las personas? ¿Qué repercusiones en la forma de percibir los malestares subjetivos y tratarlos? Enormes, no cabe duda. Y muy peligrosas. La perspectiva que se abre hace pensar en lo que en los años 70 eran temas del género terror-ficción, que poco a poco se van convirtiendo en una normalidad que se tiende a asumir con una conformidad creciente.

En todo caso no perdamos de vista lo esencial: lo que está en juego es un ataque a la libertad humana en sus formas más irreductibles, que son precisamente las de los síntomas y malestares psíquicos. Es un intento de acabar con lo que queda del sujeto, y en particular con aquello de él que todavía resiste a las tentativas de objetivación y de cosificación por parte de un discurso cientifista.  Éste último -- y esto no nos sorprende -- tiene sus más poderosos aliados entre las grandes corporaciones biomédicas... pero también, no hay que olvidarlo, en iniciativas como el  programa BRAIN, recientemente anunciado a bombo y platillo por el Presidente Obama, y que, según sus esperanzas, "aportará descubrimientos científicos fundamentales para la salud humana y para el entendimiento humano" (la amplitud y la ambigüedad del término inglés "understanding" resulta aquí interesante).

Pero volvamos a las consecuencias que esto tendrá. Hasta ahora, una consulta psiquiátrica partía, de un modo u otro, de la queja de un paciente, de la manifestación de alguna forma de síntoma, un tipo u otro de malestar. Con los supuestos "marcadores" se abrirá una nueva era. Será del todo posible, por ejemplo, que el "cliente" de algún servicio médico, por ejemplo una mutua o cualquier seguro, tras un chequeo periódico, sea informado de la alta probabilidad de sufrir una depresión y de la conveniencia de un tratamiento farmacológico preventivo. Lo mismo podrá pasar con trastornos como la fibromialgia, para los cuales, dicen, ya se están identificando supuestos factores genéticos.

Si hasta ahora nos encontrábamos, por poner un ejemplo, con personas que tras algún episodio depresivo menor, tomaban antidepresivos durante años, con la idea, instilada por un médico, de que tenía un problema bioquímico que debía considerarse crónico, es fácil imaginar la extensión que este tipo de consumo abusivo e injustificado llegará a adquirir con la excusa de la "prevención" de la enfermedad. Y ello en un mundo donde la obsesión por la prevención ha llevado a casos notorios, como la reciente decisión de Angelina Jolie, altamente publicitada,  de hacerse practicar una mastectomía bilateral por el "riesgo" de sufrir un cáncer de mama. En estas condiciones, la palabra del paciente está destinada a convertirse en un detalle supérfluo, mucho más de lo que ya empezaba a serlo en las consultas de algunos psiquiatras.

El viejo sueño de la ciencia frenológica, updated

Destinos precoces

En cuanto a lo niños pequeños, que ya son perseguidos hasta el jardín de infancia para "detectar" mediante cuestionarios síndromes cada vez más ubicuos, serán sometidos a pruebas genéticas y de otros tipos y tratados como enfermos potenciales sin necesidad de que hayan mostrado ningún síntoma. Será suficiente con la idea de "riesgo". No es difícil imaginarse que, en el caso de los niños pequeños, los supuestos "marcadores biológicos" se convertirán en verdaderas marcas indelebles, con todas las consecuencias de segregación que ello tendrá: medidas preventivas, tanto a nivel médico como educativo, dispositivos especiales.... el destino del sujeto se verá afectado desde un principio.

Freud se refirió en "El sepultamiento del complejo de Edipo" a los efectos que para el sujeto tiene la percepción de su propio cuerpo en la asunción de la diferencia sexual, efectos que parecen imponer una lógica propia, basada en premisas falsas y con efectos paradójicos. Parafraseando, no sin ironía, a Napoleón, escribió: "la anatomía es el destino".

Pero de lo que se trata en el caso que nos ocupa, es de la imposición de algo que va mucho más allá que la imagen del cuerpo. Lo que cierta ideología trata de imponer es radical: la biología como destino.

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