viernes, 31 de mayo de 2013

Neoizquierda, Neoderecha, Neoliberalismo... viejo problema

A propósito del libro de Laval y Dardot, La nueva razón del mundo, ensayo sobre la racionalidad neoliberal, Ed. Gedisa, 2013.

A menudo comprobamos que en la actualidad en política se imponen cosas condicionadas por factores y tendencias de larga evolución, por cambios que, como escribió Lacan ("Kant con Sade", en Escritos, Siglo XXI), "caminan cien años en las profundidades del gusto". Hablar del gusto (las preferencias, lo que gusta en una época, lo que es o no es de buen tono, lo que se impone) puede parecer banal tratándose de política, pero ya no nos suena tan raro si empleamos una expresión más actual: estilos de vida.

Me explico: hay cuestiones políticas en las que inciden ideas que van incluso más allá de lo que entendemos por ideologías. Las ideologías son importantes, por supuesto, siguen teniendo su impacto en política. Sin embargo, lo que resulta más chocante es que en toda una serie de cuestiones fundamentales, la división izquierda/derecha se ha vuelto irrelevante. Y estas cuestiones son fundamentales, precisamente, porque acaban imponiéndose y teniendo efectos políticos profundos, que pueden acabar haciendo inoperantes los discursos mejor intencionados y que ideológicamente parecen intachables.

El libro de Laval y Dardot

El interés (o uno de los intereses) del libro de Christian Laval y Pierre Dardot reside en que nos permite situar uno de los debates más actuales en una perspectiva, no ya de cien años, sino de muchos más, y así constituye una orientación que permite interpretar fórmulas, discursos, incluso estribillos que suenan constantemente en los medios de comunicación: liberalismo, mecanismo de los precios, libre competencia... incluso fórmulas como la que hoy mismo se puede leer en los diarios en el reproche que cierto político alemán blande contra Hollande, cuando le dice que Francia necesita, no una "economía socialista" (!) sino una "economía social de mercado".

Leed La Nueva razón y veréis que la tan manida "economía social de mercado" tiene un origen preciso, no es para nada inocente y está cargada de presupuestos nefastos, aunque por desgracia fue asumida en su día también por la supuesta izquierda alemana, que llegó a "reivindicarla".

Más en general, Laval y Dardot plantean, de un modo conciso y preciso, que lo que está en juego no es tanto una ideología como una racionalidad, que acaba imponiéndose a las diferencias ideológicas. Porque, finalmente, lo tremendo de esa idiotez de la "economía socialista"(¿no os suena al "Obama socialista" según el Tea Party?) es que pone de relieve todo lo contrario de lo que pretende decir: y es que el Partido Socialista francés, como el español, no tiene nada de socialista, ni siquiera de socialdemócrata si por ello entendemos lo que fue la socialdemocracia como corriente política que se enfrentó a los excesos de los gobiernos liberales anteriores a las Guerras Mundiales y a los desastres por ellos producidos.

Una de las ventajas de los partidos políticos de inspiración neoliberal es que no tienen complejos de ninguna clase, ya que son coherentes con un ideario que se adapta a las mil maravillas, sin apenas contradicciones, a una racionalidad que ha invadido el mundo progresivamente y que sigue sin verdaderas alternativas, al menos en el plano de lo que es el escenario central de la política en las democracias parlamentarias.

El liberalismo empezó hace mucho como una consecuencia del discurso de la ciencia (y su compañera de viaje, la técnica) en la política. En un mundo que empezaba a cuestionar (a diferentes velocidades, por supuesto, y con España en el furgón de cola, por así decir) las viejas formas de autoridad política y religiosa, empezaron a competir nuevas formas de definir la soberanía con discursos que de un modo más o menos abierto, directo o indirecto, las cuestionaban. Si la autoridad no es algo que emana de Dios y a continuación pasa al monarca (o al "caudillo", como no olvidó recordarnos en las monedas de peseta Franco, que lo fue "por la gracia de Dios", y no fue rey porque no podía).... ¿cuál sería la fuente de autoridad que luego se concreta en cada acto particular de gobierno, desde las grandes leyes hasta el menor de los decretos?

Caudillo... por la Gracia de Dios

Los esfuerzos de pensadores como Rousseau para pensar en un contrato social posible a partir de la idea de una igualdad original entre los hombres (según él, lo que habría que explicar es por qué ha llegado a existir la desigualdad), los esfuerzos también de los revolucionarios franceses por fundar una soberanía colectiva con el nombre de Nación, encontraron enseguida una alternativa "pragmática", sobre todo en pensadores anglosajones, entre los que se destacó Jeremy Bentham. Éste, por cierto, que fue nombrado ciudadano francés a título honorífico por los revolucionarios, no dudó en proponer cambios en la constitución francesa, porque a su modo de ver, la idea de soberanía popular planteaba un problema.

En efecto, Bentham quiso ser el Newton de la política (más exactamente, del "mundo moral"), lo cual suponía renunciar, denunciándolo como falacia, a todo aquello que no tuviera una base científica incuestionable. Y según él, los deseos, los intereses individuales, son la única base real, material, sobre la que toda política debe fundarse. Todo ello a partir de la idea de que una política debe tender a coincidir, a confundirse si es posible, con un puro cálculo. De ahí su fórmula, de acuerdo con la cual el gobierno debería consistir en buscar la mayor felicidad (y menor infelicidad) para el mayor número... pero sin perder de vista que la base de la felicidad es la consecución de objetivos que son individuales y necesariamente egoístas, ya que el interés colectivo, por definición no puede existir. No hay cuerpo colectivo real que le dé a la sociedad una existencia efectiva.

Bentham, como otros pensadores liberales, trata de encontrar un equilibrio, alguna forma de restituir alguna forma de Otro, o sea, también, alguna forma de nosotros. Lo hace también, en particular, Locke, quien advirtió el riesgo de la absolutización del principio de propiedad privada, que se derivaba lógicamente, por otra parte, de los principios liberales. Otros, más coherentes en el fondo, llevaron esos principios cientifistas a su expresión más radical, como Herbert Spencer, que inventó un "darwinismo social" que al primero que no convenció... fue al propio Darwin. Spencer, lamentablemente, es la inspiración inconfesada (quizás inconsciente en algunos casos) de políticos que salen en prensa y en televisión... Su ideario se resume en que por el bien de la "especie humana" debe ganar el más fuerte, el más apto (the fittest).

Spencer: la "ciencia" como excusa 

Lacan, apoyándose en Koyré por un lado y en Marx por otro, nos invita a considerar la profundidad del impacto de una alianza que no tiene nada de coyuntural: la del discurso de la ciencia con el capitalismo. Su efecto de disolución corroe necesariamente cualquier expresión de lo social, ya que sustituye toda forma de Otro por la (sólo) aparente neutralidad del cálculo. La mayor parte de las cosas que hoy día se nos imponen en política provienen de falsas ciencias, de cálculos falaciosos, que conducen a racionalizaciones presentadas como indiscutibles, sin alternativa. Los números hablan por sí solos, y esta idea se traduce en un sinnúmero de prácticas cotidianas que acompañan sutilmente a las formas actuales de gobernar.

Tras estas ideas "científicas" se esconde la negación de la política, mediante la sustitución del gobierno por la "gobernanza" (palabra tan cara a nuestro Felipe González y amigos suyos como Berggruen), la concepción de la colectividad política en términos de "empresa", la sustitución del ciudadano por el "emprendedor" (término adorado por Toni Blair), el paciente por el "cliente"... y una práctica universal de la medición, de la estadística, de la epidemiología... en torno a un término, un significante amo, diría Lacan, que invade todos los aspectos de la vida personal y colectiva del sujeto posmoderno: la "evaluación".

Lo que se pretende es "hacer que el alma vomite cifras, decía en una expresión luminosa Jacques-Alain Miller, coautor de un libro imprescindible: ¿Desea usted ser evaluado? (Miguel Gómez Ediciones, 2004).

En cuanto a Laval y Dardot, además de un análisis histórico de las raíces del liberalismo y la especificidad de su forma "neo",  sitúan igualmente la importancia y las consecuencias concretas de las operaciones discursivas que, como la evaluación, contaminan el ideario y las prácticas de los partidos más influyentes en la izquierda y en la derecha. Ideario y prácticas que, y eso es más grave, definen las coordenadas de una forma de percibir la realidad de la que resulta muy difícil sustraerse para todo sujeto de nuestra época. En este punto, ellos apuestan por una elaboración que participa tanto de la noción de sujeto tomada de Lacan como del análisis de la gobernanza planteada por Foucault en sus pioneros análisis del neoliberalismo.

¿Que tiene de neo el neoliberalismo? Que renunció definitivamente a todo intento de restituir el "nosotros" de un interés colectivo, de un pacto general, sustituyéndolo por un autoritarismo a-democrático, incluso antidemocrático cuando es preciso. Empezó con las bienintencionadas ideas de un Walter Lippmann, que consideraba que las élites de expertos debían de sustituir, en las decisiones verdaderamente importantes, a un pueblo siempre fácil de engañar y que no sabe que su destino ineludible es adaptarse al capitalismo y a sus necesidades como sea, porque por las malas va a ser peor. Luego vendrían otros más decididamente autoritarios, que son los que ahora imperan... en nombre de la ciencia, empezando por la que todavía osan llamar ciencia económica.

A Hayeck le encantaba Pinochet

El cientifismo inunda nuestro mundo de metáforas que cambian la forma en que nos vemos, la forma en que nos conducimos, la forma en que nos gobernamos y nos dejamos gobernar. Son metáforas que no se presentan como tales, ya que pretender decir lo que es "real". Pero no son menos falsas que las "falacias" que el propio Bentham, con su cientifismo radical, se impuso erradicar en su cruzada contra el imperio de la mentira en lo político y en lo jurídico.

Esas metáforas van adoptando nuevas formas, que se presentan cada vez como "modernas", pero que responden a principios que empiezan a ser muy viejos. Hay en todo esto algo de ya momificado y momificante, si se me permite la expresión...

De hecho, el cientifismo entusiástico de Bentham lo llevó a donar su cuerpo a la ciencia en un testamento escrito cuando tenía.... 22 años. No sin reservarse el uso póstumo de su esqueleto y de su cabeza momificada para crear lo que llamó un auto-icono, con el que quería seguir presidiendo post-mortem las reuniones de sus adeptos benthamitas.

Ante ustedes.... Jeremy Bentham (Wikipedia)

Por desgracia, la momificación intentada no salió bien, y el cráneo (real) de Bentham fue recubierto con una efigie de cera, que nos contempla con sus ojos muertos desde la vitrina en la que "reside" el padre del utilitaritarismo, o lo que queda de él, con domicilio en el University College of London. Por cierto, pueden ustedes visitarlo en alta resolución, en versión rotable a 360 grados, haciendo click aquí.



miércoles, 22 de mayo de 2013

La psiquiatría que viene: la biología como destino

El culebrón del parto doloroso e interminable del DSM5, que ha suscitado vivas reacciones, guerras intestinas, descalificaciones por parte del responsable del DSM IV (Allen Frances), manifiestos en contra por parte de psicólogos clínicos, psiquiatras y psicoanalistas, anuncia el final de una época -- se veía venir. En estos términos, "final de una época", analiza Éric Laurent cómo hemos llegado hasta aquí y qué se abre ante nosotros, en su excelente artículo publicado recientemente online en Lacan Quotidien.

Tras unos cuantos años de DSM que han conseguido "convertir" en enfermos supuestos a porcentajes inauditos de la población mundial (decidiendo, mediante criterios cuantitativos arbitarios, cosas como qué es una sexualidad sana o una forma normal de hacer el duelo por la muerte de un ser querido), la psiquiatría biológica más dura, aliada con la neurociencia y la genética, dice basta y ya está trabajando para poner fin a semejante desorden. Pero para instaurar algo mucho peor.

Según ellos, hace falta algo más seguro. Se trata de reintegrar definitivamente la psiquiatría en la medicina, considerando todas las entidades clínicas como enfermedades, puras y simples, en el sentido biológico más estricto, y usar para su diagnóstico "marcadores biológicos" y otros recursos, como la neuroimagen y los estudios genéticos. Así, en un futuro más cercano de lo que se cree, el psiquiatra ya no tendrá que hacer preguntas: se limitará a pedir análisis y a solicitar otras pruebas "objetivas".

Tu foto de DNI... ¡en un futuro próximo! 

Mucho más lejos que la "solución de las enfermedades mentales"

Tras el fin en el discurso político de algunas utopías a cuyo final hemos podido ir asistiendo, con los balances que conocemos (y el nazismo fue una de ellas, al fin y al cabo), toca ahora el turno a una utopía cientifista que se propone, nada más y nada menos, la solución definitiva de todos los problemas de la humanidad. Sí, todos. Dice el Dr. Belmonte, presidente de la International Brain Research Organization (IBRO): "en la actualidad existe una percepción equivocada y es la de separar las enfermedades neurodegenerativas -- como el alzheimer y el parkinson, entre otras -- de las psiquiátricas, que también son del cerebro". Según él, estas enfermedades afectan al 10 % "de la humanidad". Su objetivo está claro: "la solución de las enfermedades mentales es uno de los grandes objetivos de la neurociencia..." Y añade, por si esto fuera poco: "... pero hay que ir mucho más lejos".

Hay que tomarse muy en serio este "mucho más lejos", en efecto, ya que se trata de un discurso totalitario que pretende inmiscuirse en todos los aspectos de la vida individual y colectiva: "La neurociencia ha cobrado mucha importancia en la actualidad porque todos nuestros hábitos de vida y valores sociales dependen del cerebro. Eso es lo que nos hace humanos. Cada vez hay más conocimiento de cómo aprendemos, la causa de la violencia, los fundamentos biológicos de determinados comportamientos. Y todos gracias a la neurociencia".

Se trata, entonces, de una utopía biopolítica, por usar el término introducido por Michel Foucault, de gran alcance: un verdadero delirio que disputa a la religión (aunque compartiéndola con ella en ocasiones) la ambición de hablar en nombre del Todo.

La nueva referencia intelectual

Un cambio sísmico... pero lento

En la revista Forbes, que como se sabe es una publicación de un prestigio intelectual indiscutible y que se ocupa de cosas tan fundamentales como establecer el ranking mundial de ricos, dicen estar bien informados. Hablan de que se prepara un "cambio sísmico", por el que parecen frotarse las manos, porque sin duda supondrá grandes posibilidades de negocio... Pero nos tranquilizan: la cosa ocurrirá lentamente. Quizás, piensa uno, para que ocurra como con las políticas económicas nefastas que padecemos: su introducción paulatina evita la "alarma social" y favorece la pasividad de la población -- en este caso hay que incluir en este apartado a los profesionales de la salud mental y los médicos, naturalmente.

En el National Institute of Mental Health de los EE. UU. hablan de un periodo de investigación de diez años hasta que esto tenga un impacto visible en las prácticas corrientes de diagnóstico y la elaboración de nuevos manuales. Pero diez años pasan volando, y por otra parte sabemos por experiencia que resultados parciales de este programa tendrán una incidencia clara mucho antes de esa fecha estimada.


¿En que consiste el programa de investigación impulsado por el NIMH? Lo que pretende es cortar con toda la clínica psiquiátrica anterior, incluyendo los restos que todavía tenían su cabida en la maraña del sistema DSM. Su objetivo es aplicar los mismos métodos que han dado resultado para el cáncer y otras enfermedades.

Curiosamente, en la justificación de esta iniciativa, el NIMH reconoce que no se han encontrado genes específicos para las enfermedades psiquiátricas reconocidas como tales, y que los factores genéticos de riesgo conocidos son difusos. Pero esto no lleva a los promotores del programa a cuestionar la validez de su biologismo radical.  Muy al contrario, se proponen volver a edificar la psiquiatría a partir de datos supuestamente objetivos, ya que, según ellos, podría no tener relevancia que los síntomas que aparecen en un caso dado correspondan a lo que la psiquiatría clásica consideraba una esquizofrenia, una paranoia o un trastorno bipolar. Los síntomas no importan porque son demasiado "subjetivos".

Consecuencias

¿Qué consecuencias tendrá esto en la vida de las personas? ¿Qué repercusiones en la forma de percibir los malestares subjetivos y tratarlos? Enormes, no cabe duda. Y muy peligrosas. La perspectiva que se abre hace pensar en lo que en los años 70 eran temas del género terror-ficción, que poco a poco se van convirtiendo en una normalidad que se tiende a asumir con una conformidad creciente.

En todo caso no perdamos de vista lo esencial: lo que está en juego es un ataque a la libertad humana en sus formas más irreductibles, que son precisamente las de los síntomas y malestares psíquicos. Es un intento de acabar con lo que queda del sujeto, y en particular con aquello de él que todavía resiste a las tentativas de objetivación y de cosificación por parte de un discurso cientifista.  Éste último -- y esto no nos sorprende -- tiene sus más poderosos aliados entre las grandes corporaciones biomédicas... pero también, no hay que olvidarlo, en iniciativas como el  programa BRAIN, recientemente anunciado a bombo y platillo por el Presidente Obama, y que, según sus esperanzas, "aportará descubrimientos científicos fundamentales para la salud humana y para el entendimiento humano" (la amplitud y la ambigüedad del término inglés "understanding" resulta aquí interesante).

Pero volvamos a las consecuencias que esto tendrá. Hasta ahora, una consulta psiquiátrica partía, de un modo u otro, de la queja de un paciente, de la manifestación de alguna forma de síntoma, un tipo u otro de malestar. Con los supuestos "marcadores" se abrirá una nueva era. Será del todo posible, por ejemplo, que el "cliente" de algún servicio médico, por ejemplo una mutua o cualquier seguro, tras un chequeo periódico, sea informado de la alta probabilidad de sufrir una depresión y de la conveniencia de un tratamiento farmacológico preventivo. Lo mismo podrá pasar con trastornos como la fibromialgia, para los cuales, dicen, ya se están identificando supuestos factores genéticos.

Si hasta ahora nos encontrábamos, por poner un ejemplo, con personas que tras algún episodio depresivo menor, tomaban antidepresivos durante años, con la idea, instilada por un médico, de que tenía un problema bioquímico que debía considerarse crónico, es fácil imaginar la extensión que este tipo de consumo abusivo e injustificado llegará a adquirir con la excusa de la "prevención" de la enfermedad. Y ello en un mundo donde la obsesión por la prevención ha llevado a casos notorios, como la reciente decisión de Angelina Jolie, altamente publicitada,  de hacerse practicar una mastectomía bilateral por el "riesgo" de sufrir un cáncer de mama. En estas condiciones, la palabra del paciente está destinada a convertirse en un detalle supérfluo, mucho más de lo que ya empezaba a serlo en las consultas de algunos psiquiatras.

El viejo sueño de la ciencia frenológica, updated

Destinos precoces

En cuanto a lo niños pequeños, que ya son perseguidos hasta el jardín de infancia para "detectar" mediante cuestionarios síndromes cada vez más ubicuos, serán sometidos a pruebas genéticas y de otros tipos y tratados como enfermos potenciales sin necesidad de que hayan mostrado ningún síntoma. Será suficiente con la idea de "riesgo". No es difícil imaginarse que, en el caso de los niños pequeños, los supuestos "marcadores biológicos" se convertirán en verdaderas marcas indelebles, con todas las consecuencias de segregación que ello tendrá: medidas preventivas, tanto a nivel médico como educativo, dispositivos especiales.... el destino del sujeto se verá afectado desde un principio.

Freud se refirió en "El sepultamiento del complejo de Edipo" a los efectos que para el sujeto tiene la percepción de su propio cuerpo en la asunción de la diferencia sexual, efectos que parecen imponer una lógica propia, basada en premisas falsas y con efectos paradójicos. Parafraseando, no sin ironía, a Napoleón, escribió: "la anatomía es el destino".

Pero de lo que se trata en el caso que nos ocupa, es de la imposición de algo que va mucho más allá que la imagen del cuerpo. Lo que cierta ideología trata de imponer es radical: la biología como destino.

viernes, 10 de mayo de 2013

Eric Kandel: en busca (del órgano) de la memoria. Acerca de In search of memory, Norton, 2006


Recientemente un libro de Peter Gay nos sirvió para pensar algunos aspectos de la cuestión de la memoria que nos interesan particularmente desde el psicoanálisis. En el caso de Gay, a pesar de tratarse de un historiador -- y teniendo en cuenta el carácter autobiográfico de su libro -- sus propias reflexiones se acercaban mucho, a veces, a aspectos que nos importan, lo cual en gran medida se explicaba porque él se psicoanalizó y tuvo muy en cuenta lo que aprendió en esa experiencia (tal como plantea explícitamente en su libro).

Resulta interesante comparar las biografías respectivas de Gay y de Kandel, porque tienen muchos puntos en común. Y esta semejanza en tantas cosas nos hace mucho más visible lo enigmático de las decisiones que orientan una vida. Dos personas, a partir de circunstancias similares, pueden tomar caminos muy distintos.

Podríamos decir que tanto el uno como el otro, a partir de una serie de acontecimientos traumáticos, se ven llevados ocuparse del problema del recuerdo, de la memoria. Gay, como dijimos, practica la memoria, si podemos decirlo así, de dos modos: mediante el estudio de la historia y mediante un psicoanálisis personal. Como veremos, Kandel, más que practicarla, decide investigarla desde una perspectiva científica, en particular tratando de elucidar el funcionamiento de lo que considera su órgano, el cerebro.

Sinagoga (Dormund) tras Kristallnacht. Más que cristales rotos
Stadtarchiv Dortmund

Pero el punto de partida de ambos es, sorprendentemente, muy similar. Al igual que vimos respecto a Gay, los acontecimientos que marcan su vida se refieren a la persecución de los judíos por parte de los Nazis en Alemania. Y uno particularmente decisivo es, del mismo modo, la Kristallnacht. Así, cuando al comienzo de su libro sobre la memoria Kandel piensa en los orígenes de lo que llama sus "intereses", responde sin vacilación: "[…] no puedo evitar vincular mi interés posterior por la mente [...] con mi último año en Viena. Un tema post-Holocausto de los judíos ha sido 'Nunca olvides', una exhortación a las futuras generaciones a permanecer vigilantes frente al antisemitismo, el racismo, el odio, las formas de pensar que permitieron que ocurrieran las atrocidades de los Nazis. Mi trabajo científico investiga la base biológica de este lema: los procesos en el cerebro que nos permiten recordar".

Kandel todavía da más detalles. De hecho, dos páginas antes de esta observación, en la primera página del libro, detalla los recuerdos concretos  que para él abrieron, como en carne viva, la pregunta por la memoria: "Es el 7 de noviembre, mi noveno aniversario. Mis padres acaban de darme un regalo de cumpleaños que yo me moría por tener: un cochecito con baterías y control remoto por cable. [...] Pero mi placer duró poco. Dos días más tarde, en la tarde-noche, nos quedamos estupefactos al oír fortísimos golpes en la puerta de nuestro apartamento. Todavía hoy los recuerdo. Mi padre no ha vuelto de trabajar en la tienda. Mi madre abre la puerta. Entran dos hombres. Se identifican como policías nazis, nos ordenan que cojamos algunas cosas y abandonemos el apartamento".

El cochecito de Kandel. © FilmForm Köln

Podríamos decir pues, de algún modo, que todo comienza, tanto para Gay como para Kandel, con la Kristallnacht.

Pero las semejanzas no terminan aquí. Porque la primera forma de elaboración a la que recurrirá Kandel no será, ni mucho menos, la neurobiología, sino... ¡la historia! Como él mismo nos relata, al comienzo de sus estudios superiores, en el College en EE. UU, "tenía un interés insaciable por la historia contemporánea de Austria y de Alemania, y planeaba convertirme en un historiador intelectual". Y precisa: "Luchaba por entender el contexto político y cultural  en que habían ocurrido aquellos sucesos calamitosos, cómo un pueblo  que amaba el arte y la música en un determinado momento,  había podido, al momento siguiente, cometer los actos más bárbaros y crueles. Escribí varios artículos sobre historia [...] incluyendo una tesis sobre la respuesta de los escritores alemanes ante el ascenso del Nazismo".

Y todavía otra semejanza en la respuesta de ambos hombres a esa problemática de la memoria. Y es que Kandel... ¡también se acercó al psicoanálisis! "Desarrollé una fascinación por el psicoanálisis, una disciplina centrada en ir pelando las capas de la memoria y de la memoria personales, para entender las raíces a menudo irracionales de la conducta humana, de los pensamientos y del comportamiento".

De hecho, como él mismo nos detalla, si acabó interesándose por la neurobiología, fue porque quería formarse cono psicoanalista, y "en los años 50 la mayoría de los psicoanalistas eran también médicos". De tal manera que, al entrar en la facultad de medicina, tropieza con la biología molecular. Y es entonces cuando sus preguntas acerca de la memoria adoptan un nuevo lenguaje, lo cual supone una manera completamente distinta de pensarlas: "Empecé a pensar en explorar el misterio del aprendizaje y de la memoria en términos biológicos [...] ¿De qué modo el terror había marcado al fuego los golpes en la puerta de nuestro apartamento, de forma tan permanente en el tejido molecular y celular de mi cerebro, que puedo revivir la experiencia con detalles visuales y emocionales más de medio siglo después?"

Este cambio radical puede parecer sorprendente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que Eric Kandel se acercó al psicoanálisis a partir de su encuentro con Anna Kris, hija de los psicoanalistas Ernst y Marianne Kris. De hecho, Eric se enamoró de la hija de los Kris... a quien habían bautizado así, precisamente, en honor de la hija de Freud, Anna.

Aquí vivían los Kris
Estos detalles biográficos tienen su importancia. A pesar de que Ernst Kris se analizó con Helene Deutsch, en su evolución posterior se aprecia más la influencia de Anna Freud, que dio lugar a lo que, con el nombre de Ego Psychology, se apartaría decididamente, en algunos puntos fundamentales, de las concepciones freudianas -- en particular en cuanto al papel primordial del inconsciente y lo que Freud consideraba la causalidad sexual (pulsional) de los síntomas.

Por este motivo, Eric Kandel nos aporta una clave para entender aspectos determinantes de su encuentro con el psicoanálisis cuando dice: "Cuando Heinz Hartmann, Ernst Kris y Rudoph Lowenstein inmigraron a los EE. UU, unieron sus fuerzas para escribir una serie de artículos muy innovadores en los que señalaban que la teoría psicoanalítica había enfatizado demasiado la frustración y la angustia en el desarrollo del ego, el componente del aparato psíquico que, de acuerdo con la teoría de Freud, está en contacto con el mundo exterior. Había que enfatizar más el desarrollo cognitivo normal".

Esto supone una separación clarísima con respecto  a Freud, ya que éste, en "El yo y el ello", había enfatizado que el yo, lejos de cualquier acceso "neutral" a la realidad, está tan sometido a las pulsiones como cualquier otra instancia psíquica. Algo que podemos comprobar observando esa supuesta realidad humana y su uso en cualquier discurso político o de otra naturaleza. Por supuesto, Freud estaba hablando también indirectamente de los aspectos políticos de la cuestión, entre otras cosas porque había  sacado consecuencias de la gran masacre de la Primera Guerra Mundial -- algo sabía, pues, sobre las certezas acerca de una autodefinida como realidad objetiva, elemento fundamental de toda mistificación política.

Por lo tanto, a pesar de que, como el propio Kandel indica, Kris era muy crítico con las teorías conductistas de Skinner, con su influyente grupo de "inmigrantes" estaba pilotando una deriva del psicoanálisis hacia una psicología del funcionamiento cognitivo normal, en una operación de adaptación de la teoría freudiana muy acorde, todo hay que decirlo, con las nuevas condiciones de la civilización norteamericana en la que aquellos psicoanalistas emigrantes estaban inmersos. Hundida Austria, cuna del psicoanálisis, en el marasmo de la guerra y una posguerra interminable, el viejo mundo, con todos sus conflictos, podía ser convenientemente olvidado. Había que dar paso a nuevas teorías mucho más acordes con el espíritu de un Nuevo Mundo de ideología mucho más pragmática y que, por otra parte, tenía a la "normalidad" misma como un poderoso ideal.

En consecuencia, tanto el primer acercamiento de Kandel a la neurobiología como sus posteriores intentos por tender puentes entre esta disciplina y el psicoanálisis no tienen nada de sorprendente. De hecho, el psicoanálisis que conoció estaba ya dejando de serlo. 

Fue, en este sentido, un encuentro fallido, ya que lo que el joven Kandel buscaba (estimulado por el amor que sentía por la hija de los Kris) era la respuesta a interrogantes muy legítimos y que muy bien hubieran podido conducirle, como condujeron a Peter Gay, a una interrogación propiamente psicoanalítica sobre lo traumático de sus recuerdos y su profunda implicación subjetiva en los mismos.

jueves, 2 de mayo de 2013

Falsos nombres. Sobre la persecución "diagnóstica" de los niños, cada vez más pequeños



Nota: Transcripción traducida de una intervención en el Colegio de Psicólogos de Barcelona, en una mesa sobre la cuestión del TDA y el TEA, que luego se publicó en la revista del Colegio, PsiAra (25/1/2013)

Desde hace tiempo, asistimos a una psiquiatrización generalizada de la sociedad. En un movimiento que arrancó hace ya años, y que tuvo como síntoma y a la vez como elemento potenciador las sucesivas revisiones de los manuales de la serie DSM, un puñado de «diagnósticos» han comenzado a invadir todos los ámbitos de la vida de las personas. Surgen en las conversaciones cotidianas, empleados por personas sin ninguna formación específica, y tienen un impacto creciente en ámbitos tan delicados como el escolar. En efecto, cada vez es más habitual que oigamos hablar, sin la menor prudencia, de “Trastorno por déficit de atención, referido a niños que tienen una variedad de comportamientos que no se juzgan adaptados a los estándares de una «normalidad» postulada. De la misma manera, un poco más recientemente, otros dos diagnósticos comienzan a adquirir la misma fuerza, e impregnan las conversaciones cotidianas, tanto en la calle como en los claustros de las escuelas: «autismo» y «Asperger».

Esto constituye un fenómeno relativamente nuevo, que implica un cambio profundo de mentalidad, de aquellos que se van produciendo insensiblemente y afectan el común de la gente. Estas transformaciones son las más importantes, ya que sin que nadie se dé cuenta de lo que ocurre, van incidiendo en la vida de las personas. De la misma manera que hace ya bastantes años se inició un proceso en virtud del cual la palabra tristeza fue siendo cada vez más sustituida por depresión, hasta llegar a hacerla casi desaparecer, ahora un niño inquieto es etiquetado, cada vez más inmediatamente, como hiperactivo o afectado por un déficit de atención. El estudio que en este sentido nos presentó el doctor Moya demuestra hasta qué punto esto se hace de una manera cada vez más sistemática y abusiva, de modo estas denominaciones se convierten en cajones de sastre, donde se esconden personas, sin dar la mínima oportunidad a que su particularidad sea percibida, entendida y, por tanto, aceptada y respetada como tal.


"Look! I am a letter". Por Lif... (Flicker, CC)


"Sólo" nombres

Uno podría decirse, y se equivocaría mucho, que no hay que preocuparse, ya que es “sólo” una cuestión de nombres. Esta posición, pretendidamente «realista», vendría a decir que lo que verdaderamente importa son las realidades, no tanto los nombres que estas reciban. Pero tratándose de realidades humanas, las palabras tienen una importancia capital, ya que nuestro mundo está hecho, sobre todo, de palabras. Precisamente estas nuevas palabras que se crean a partir del discurso de la ciencia tienen un efecto fundamental en la configuración de nuestro mundo actual. Hay que distinguir esta falsa extensión del discurso científico de la ciencia verdadera.


En su discurso pronunciado en el Collège de France en 2002, «Façonner les gens» , Ian Hacking estudió esta tendencia cada vez más universal a aplicar una serie de denominaciones que pretenden extraer su prestigio de la ciencia, pero que, de hecho, funcionan más como nombres que crean clases de personas, a partir de una operación en sí misma dudosa, que es la suposición de una normalidad respecto de la cual se desviarían. Como él estudia con mucho detalle, la obsesión clasificadora y normalizadora ha creado nuevas epidemias, haciendo aparecer como «enfermedades» o «defectos» condiciones humanas que no hace mucho no eran consideradas tales.


Pero, como él mismo plantea, el problema es que estas clasificaciones de las personas tienen consecuencias en lo social. Es la misma sociedad como tal la que se convierte en clasificadora, por un lado, y por otro lado también los individuos que la forman tienden a incluirse en estas falsas clasificaciones. Todo ello tiene lo que podríamos ver como un “efecto de llamada”, de forzamiento a la adaptación sobre los individuos, que son capaces de renunciar a lo que les es más propio para recibir uno de estos nombres. Hasta tal punto, que uno podría plantearse si se trata de clasificaciones que tienen una tendencia intrínsecamente epidémica, no sólo por sus efectos sobre el ámbito social, sino también a escala de los individuos.


Uno de los fenómenos más peculiares que Ian Hacking analiza en lo que él llama un nominalismo dinámico – inspirado, por una parte, en Michel Foucault y, por otra parte, en Erwin Goffman  – es que los individuos, en nuestras sociedades, tienden a asumir las clasificaciones que se les proponen, o bien que están a su alcance. Se las apropian de una manera a veces sorprendente, paradójica, por el aspecto en principio descalificador, potencialmente marginador, de estos nombres de cosas que acaban nombrando a personas.

Identidades

Este hecho corresponde a una corriente profunda de nuestra cultura, y se manifiesta en la creación de grupos y comunidades de personas afectadas, ya sea directamente o como familiares, por los nombres de este tipo de clasificaciones. La promoción de la obesidad genera, sin duda, más obesos, ya que propone una identificación que puede dar forma (nunca mejor dicho!) al malestar de toda una serie de personas. Esto genera, a la vez, asociaciones, asociaciones de familiares ..., con el efecto de «llamada» que ello implica. Más allá del nominalismo "dinámico" de Hacking, el psicoanálisis aporta elementos para explicar esta avidez identificadora, en una época, precisamente, de debilidad de las identificaciones, las cuales tienden a fragmentarse y multiplicarse, como estudiaron en su momento Jacques-Alain Miller y Eric Laurent en su curso La época del Otro que no existe, desarrollando para la época presente las consecuencias de la teoría de Lacan sobre los discursos, que a su vez retoma la teoría freudiana de la identificación.


La cuestión del diagnóstico, pues, se ha vuelto hoy un problema de clasificaciones y de identidades, que cada vez actúan sobre más aspectos de la vida humana. No hay prácticamente ningún aspecto del cuerpo humano, pero tampoco de nuestra relación con los demás, de nuestra manera de ser o de satisfacernos, en resumen, de vivir, que no sea evaluada, comparada con una idea delirante de normalidad, lo cual, por supuesto, da lugar a la proliferación de todas las “desviaciones” posibles respecto de esta misma normalidad.


Hay que decir que la docilidad habitual del sujeto posmoderno ante esta ola es preocupante. Es cierto que en algunos casos, como lo menciona el mismo Hacking , la autoapropiación de las clasificaciones puede tener una vertiente subversiva. Pero esto difícilmente podría aplicarse a los niños, ya que, en su caso, está claro que estos nombres que se les aplican vienen impuestos por un otro social, con una intervención muy particular de las instituciones específicas que de ellos se ocupan y, en un lugar determinante, su familia. La autoapropiación sería en los niños una Otro-apropiación, mucho más que en el caso del adulto.

Deanna Wardin (Flicker, CC)


Lo más grave del abuso de denominaciones tales como síndrome por déficit de atención o síndrome de Asperger, o autismo, es que tienen tendencia a aplicarse a niños cada vez más pequeños, y no sólo en los ámbitos más o menos especializados donde las familias pueden consultar, sino que estas formas de clasificación persiguen a los niños, no ya hasta la escuela primaria, sino incluso hasta la guardería. Toda una serie de escalas de medida y de tests, pensados ​​para que los puedan aplicar personas sin ninguna formación, tienen el objetivo de verificar que, en efecto, estas «patologías» cumplen las expectativas en ellas depositadas desde un punto de vista «epidemiológico» . El abuso está, pues, garantizado, con los efectos que esto tiene sobre los niños y sobre las familias.


A menudo, ante la clasificación de un hijo dentro de uno de estos “trastornos”, los padres dirigen prematuramente sus demandas a una ciencia que muchas veces sólo es supuesta. La huida hacia la supuesta ciencia, la toma de medidas educativas genéricas y no pensadas caso por caso, el recurso abusivo a medicamentos, son efectos peligrosos de esta epidemia de falsos nombres que, cada vez más, persigue a los hombres hasta los últimos reductos donde su singularidad podía vivir aún medio escondida. La niñez, tiempo de vida que en otros tiempos gozaba de una tregua segura, de una moratoria, a lo largo de la cual la persona podía ir afilando sus armas para combates futuros, ha perdido para siempre, si no hacemos nada para evitarlo, sus frágiles privilegios.